Nuevo Editorial de Manuel Sierra.
Está claro que nuestro país se encuentra en una delicada situación económica, donde la posibilidad de caer en default es tan cercana que nadie quiere que se agiten olas porque el agua nos taparía la nariz, pero sin descuidar esta situación, a simple vista las formas se estarían chocando con la realidad.
Esta ley que le brinda amplias facultades al presidente Alberto Fernández sin dudas busca igualar de alguna manera los recursos de los que menos tienen con aquellos que más tienen, pero da la sensación que en el camino quedaron excepciones por analizar y a veces eso es malo porque juzga a todos por igual, sin contemplar que siempre hay excepciones.
En nuestro caso, la actividad turística, es imposible medir con la misma vara al turista que llega que al turista que sale de nuestro país. Más si se enarbolan números que no se ajustan a la realidad.
Del total de U$S 3375 millones que Economía dice que se van al exterior en concepto de pagos con divisas (datos del primer semestre del 2019), sólo el 30 por ciento corresponde a la realidad, el resto es gasto de aplicaciones de teléfonos celulares, compras en el exterior realizadas con tarjeta de crédito, plataformas de streaming, etc., etc., etc.
Hasta el momento de escribir esta nota, nadie tiene muy en claro que cosas están alcanzadas por el impuesto del 30 por ciento y que cosas no, y esto provoca que mucha gente hable sin saber o, lo que es peor, sin usar el sentido común.
Repito, entendemos todas las necesidades de la gente, pero porque un castigo para los viajeros que desacredita las mejores intenciones que pudiera esgrimir el presidente electo.
¿Qué pasará con aquellos que viajen por trabajo? ¿O por estudio? ¿O simplemente por motivos de salud? No todos son viajes de placer.
Los gastos originados por los pasajeros no son significativos en la balanza de pagos, apenas mueven el amperímetro de la economía autóctona, y sin embargo esta medida puede dejar sin trabajo a mucha gente en el corto plazo.
¿Porqué? Porque la temporada alta ya se vendió, y nada presagia que los empleadores mantengan sus plantillas intactas. ¿Y la doble indemnización? Bien, gracias. Veremos a mucha gente llegar al SECLO para firmar un acuerdo de partes por mucho menos de lo que marca la nueva ley, o de lo contrario irán a interminables juicios. Esto ya sucedió, y no aprendemos.
Vuelvo a repetir, sabemos de la necesidad del país, y también de lo corto de la manta, pero la sensación en la gente es la de un elefante en un bazar tirando todo lo que se le cruza en su camino, y el turismo está en el camino del elefante.
Hay excepciones y el trabajo de los agentes de viajes debería ser una de ellas.