Se sabe que en Río de Janeiro cuando se celebra el Carnaval todo se detiene y lo único que importa es bailar, beber y vivir la vida sin límites. Sin embargo, en muchos otros rincones del país todo se transforma en una fiesta inigualable.
Cuando hablamos de Carnaval en Brasil es imposible no pensar en Río de Janeiro. La fama que se ha ganado la tiene bien merecida, pero en realidad cada rincón del país se transforma en una gran fiesta. Durante los días previos a la gran celebración todo se revoluciona.
Nunca me gustaron las grandes manifestaciones populares y las concentraciones masivas de público en los recitales o los encuentros políticos, pero debo reconocer que superar el temor para poder disfrutar de uno de los festejos callejeros más impresionantes del mundo vale la pena.
Así me sucedió cuando pude conocer de cerca lo que significa el Carnaval para los brasileros, pero no cualquier carnaval, sino los del Estado de Pernambuco, al nordeste del país. Allí toda la actividad laboral se suspende el viernes a la tarde y se retoma el miércoles o jueves para que todos los ciudadanos puedan ser parte de los eventos. No se trata de una sola celebración sino que en cada pueblo se festeja con improntas muy diferentes en cuanto al concepto, las influencias, los colores y los disfraces. Lo que los unifica es la participación de todos: chicos, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores, no hay distinción a la hora de divertirse.
En tiempos en que se habla tanto de la discriminación y el “bullying” deberíamos buscar ejemplos de convivencia armónica en donde la condición social, la edad o el color de la piel no signifiquen barreras sino una integración son prejuicios. ¿Cuándo se vive eso? Pues nada más y nada menos que en el Carnaval.
La historia de estas celebraciones se remonta a varios milenios atrás y es en Europa donde renacen con fuerza, en la lejana Edad Media, para dar rienda suelta a la alegría antes de ingresar en el período de Cuaresma. Estamos hablando de los 40 días previos a la Semana Santa, época de recogimiento y tristeza de la Iglesia Católica.
Los disfraces ayudaban a ocultar las identidades y los rangos sociales de los invitados, permitiendo libertades de todo tipo. Mucho de ello se conserva, aunque hoy ya no se busca ocultarse bajo máscaras para pasar desapercibido sino todo lo contrario: hay que lucir con orgullo el disfraz y mostrarlo a todo el mundo.
Algo muy simpático que se puede ver en Pernambuco es que hay muchos grupos de amigos, parejas o familias que eligen un tema y confeccionan sus disfraces de manera conjunta, lo que demuestra un trabajo coordinado y pensado desde meses antes.
En Recife se vive el mayor desfile de Carnaval del mundo y, dado que se inicia a primera hora de la mañana, se lo conoce como “Galo Da Madrugada”. El movimiento de gente empieza entre las 7 y las 8. Todos ellos se dirigen hacia el punto de partida del desfile, en el Fuerte de las Cinco Puntas.
Son aproximadamente 2 millones de personas las que se ubican a lo largo del recorrido del desfile en un movimiento incesante desde su inicio, a las 9 de la mañana, hasta bien entrada la tarde. Luego se dirigen a Marco Zero, en el centro de Recife Antiguo, donde se vive al ritmo del “frevo” casi toda la noche.
Del desfile participan unas 70 carrozas alegóricas y “tríos eléctricos”, que son camiones que desplazan conjuntos musicales y hacen bailar a la gente a cada paso. El original nombre de “Galo” se debe a que el símbolo principal es una gigantesca figura de un gallo que preside la caravana. Según consta en los records Guinness del año 1995, el desfile fue “el mayor del mundo”, al reunir a más de un millón y medio de asistentes. En el 2015, sin embargo, superó los dos millones.
El sol pega fuerte en el nordeste brasilero y la bebida fría es una necesidad casi imperiosa para soportar las largas horas con más de 35 grados. Pero como estamos en Carnaval no es agua lo que se toma en mayor medida sino la cerveza. De allí que a medida que avanza el día puedan verse algunos que no soportaron la combinación calor- alcohol y deben ser atendidos en algunas de las muchas ambulancias y puestos de sanidad que se ubican a lo largo del recorrido.
Quien quiera experimentar otro tipo de festejo de Carnaval puede dirigirse tierra adentro al municipio de Nazaré da Mata, a 50 kilómetros de Recife, la capital del Estado, lejos del mar y rodeado de serranías. También habrá que ir bien temprano, pero el día martes es cuando se realizan los principales desfiles de las agrupaciones folklóricas que llevan el nombre de “maracatus”.
Se trata de un ritmo musical y de tradiciones traídas por los esclavos africanos a inicios de la colonización del Brasil.Hoy conforman unas 32 agrupaciones que pueden diferenciarse entre Maracatu Rural y Maracatu de Baque Solto. En las primeras se distinguen los disfraces coloridos de unos personajes que llevan unas grandes “pelucas” o gorros hechos con cintas de colores, que a veces cubren toda la cabeza y llevan el color de su guía espiritual, oxum. En los segundos, el desfile es presidido por el cortejo real, quienes se identifican con una bandera con el nombre de la agrupación. Le siguen las bahianas, las “esclavas” y los músicos con sus instrumentos de percusión marcando el ritmo.
Acá también los asistentes se esmeran en llevar sus disfraces ¡y no son pocos! Se calcula que cada día del Carnaval son más de 10 mil las personas que llegan a vivir la fiesta.
Otra localidad de Pernambuco que sabe vivir a pleno los carnavales es Bezerros, a 100 kilómetros de la capital, Recife. Aquí los personajes que desfilan y le dan identidad se conocen como “papangús”. Se trata de personajes nacidos a fines del siglo XIX donde los esclavos se disfrazaron y cubrieron sus rostros con máscaras realizadas con la corteza de un árbol para ocultar sus identidades. Las máscaras son entonces parte fundamental de la vestimenta, que en la actualidad se realiza en papel maché. Se visten de los pies a la cabeza con largas túnicas, quedando totalmente cubiertos, ya que la meta es esconderse para divertirse sin ser identificados.
La gran fiesta de Bezerros es el domingo de Carnaval, cuando la ruta se va llenando de papangus desde bien temprano. Recordemos que el calor es terrible y en esta localidad la mayor altura, unos 800 metros, lo potencian. Como en todo el estado, la música es fundamental y los tríos eléctricos acompañan a los grupos que desfilan por las calles de la ciudad hasta la Plaza de la Bandera, donde todos convergen.