Venecia, con su riquísima historia, combina diversión e historia en una misma pasarela. ¿De qué se trata el evento que posiciona a la ciudad como la más visitada de Italia durante la celebración?
Hablar de Venecia es hablar de historia, de arte, y de un lugar que exuda cultura como ningún otro en el mundo. Sus atributos la conjugan como un destino único a nivel mundial, que posiciona a Italia en un podio indiscutible.
En su territorio cuenta, por ejemplo, con el Gran Canal, de aguas de cuatro kilómetros de longitud que dividen a la ciudad en dos majestuosas porciones de tierra. Imposible dejar de mencionar a la Basílica de San Marcos, centro de la vida religiosa veneciana, que se encuentra ubicada junto al Palacio Ducal.
Pero es también el Carnaval, un fenómeno majestuoso que le otorga un valor agregado a Venecia. La tradición local adquirió con los siglos un carácter clásico dentro de la mitología carnavalesca y, a diferencia del resto, su celebración convoca temporada tras temporada a miles de ciudadanos italianos y a turistas. Nadie quiere perderse de presenciar las características postales del evento ni de observar las tradicionales máscaras que portan los participantes.
Los más entendidos sostienen que el carnaval veneciano logró su máximo esplendor en el siglo XVIII. En aquel entonces, no eran pocos los concurrentes ligados a la aristocracia europea. Lo normal era que los príncipes y los nobles asistan de manera anónima, para no despertar ningún tipo de sospecha o comentario, aunque ello terminara siendo inevitable.
Recordamos que hace varios siglos atrás la densidad de la población era infinitamente menor que la actual. Podría decirse que “eran pocos y se conocían mucho” y no había clase social que valga. Dejando a un lado a la aristocracia y la high society, no está de más aclarar que, a diferencia de lo que ocurre hoy día, el Carnaval era la vía de escape de los habitantes que querían evadir la presión y el agobio del gobierno de turno.
Se cree que este carnaval, que se celebra hasta el 28 de febrero, se ofreció por primera vez en el año 1162 tras una victoria militar. En 1797 Napoleón Bonaparte, durante su ocupación sobre Venecia, prohibió la celebración del evento. El motivo no era otro que su afamado temor a que se inicien conspiraciones en su contra.
Con el correr de las décadas, el folklore fue restablecido, al igual que el color y la algarabía, para suceder nuevamente de manera oficial y definitiva en la temporada de 1979. Desde entonces, se inicia cada comienzo de cuaresma cristiana. O sea, a partir del miércoles de ceniza.
Como si fuera un cuadro de Canaletto, durante diez días en Venecia se despliega una parafernalia única de trajes y máscaras, de color y tradición, de algarabía y cultura.
El Carnaval suele hacerse a finales de enero y principios de febrero y las imágenes de aquellos días retratan de manera explícita el jolgorio que se vive en la ciudad durante la celebración. Incluye numerosos bailes de máscaras, desfiles de góndolas en los canales, un concurso para elegir a la reina y otras celebraciones en distintos lugares de la ciudad.
En la plaza San Marco transcurren la mayoría de los espectáculos más convocantes, aunque en toda la ciudad se encuentran músicos, actores y personajes disfrazados, que invitan a locales y a visitantes a participar de la magia de la fiesta.
El yeite del evento se basa en el reconocido y popular Vuelo del Ángel, que normalmente se realiza en el fin de semana anterior al inicio de la Cuaresma. En una tradición que tiene sus raíces en el Renacimiento.
La protagonista de este momento es la reina del carnaval del año anterior, quien se lanza hacia la multitud, sujeta a cuerdas, desde el campanario de San Marcos hasta el centro de la plaza.