Cuando en los primeros días de agosto sentimos que los senadores de todo el país habían realizado un trabajo responsable y mancomunado al darle media sanción a la ley de “Sostenimiento y Reactivación Productiva de la Actividad Turística Nacional” nos pareció que la política argentina comenzaba a tener nueva y mejor actitud frente a la gente a partir de lo sucedido con la actividad turística. Gobernadores y senadores de diferente color político entendían las urgencias.
11 proyectosde ley fueron consensuados y avanzaron con un objetivo común, la recuperaciónde uno de los sectores más dañados por la pandemia, el turismo.
Sin embargo,ante la situación actual de contagios de Covid 19 desarrollados en todo el país,es muy difícil volver a la normalidad en el tiempo pretendido.
No se trata de estar a favor o en contra del presidente Fernández, no sigamos profundizando la grieta; se trata de cuidar a la gente, de cuidarnos a nosotros mismos y, por una vez, aunque más no sea, entender que lo que nos sucede a nosotros está sucediendo en el mundo entero.
Cada día dedemora para concluir con el proceso que transforma al Proyecto en Ley es unpuesto de trabajo menos, un negocio que cierra, un destino que se apaga.
El Plenariode la Cámara de Diputados demoró más de lo esperado en el tratamiento del Proyectode Ley, como si la sociedad viviera en la más absoluta normalidad, y cuandofinalmente se debía acelerar el trabajo legislativo, que llevaba más de dossemanas de demora, la miseria de la política argentina afloró con todo suesplendor.
Horas yhoras de discusión que nada tenían que ver con los dos proyectos presentadospara la Orden del Día se mezclaron con los intereses partidarios y el debateestéril del significado de la palabra “consenso”.
A estaaltura de la vida es muy difícil diferenciar a los buenos de los malos, a losjustos de los injustos, a los que quieren y no pueden de los que no puedenporque no quieren. Todos están metidos en la misma bolsa y lo único que importano es cómo ayudar a la gente que desde hace más de 6 meses vive en unaincertidumbre angustiante, sino de ver cómo se puede perjudir con chicanas y especulacionesla imagen del opositor, sea cual fuere y que hoy ya es considerado claramente unenemigo.
La Ley fuesancionada, sí, pero el escenario, para aquellos que lo pudimos seguir por televisión,daba vergüenza ajena. La gente, los electores, aquellos que les confiaron suvoto no se merecen tamaño destrato. Su actitud es francamente miserable. La detodos. Porque durante más de 8 horas lo único que hicieron fue echarse en caralos errores de unos y otros, y la palabra turismo fue escuchada en contadasocasiones. Una vergüenza.
En esecontexto una buena noticia para todos, Argentina está descubriendo que elTurismo existe, que genera empleos, que es fuente de riquezas, y que supotencial es enorme en el resurgimiento de las economías regionales. Y eso apesar de los cuestionadores de turno.