Las islas circundan toda la península, con sus impactantes tonalidades en el agua, sus playas idílicas y el sol como protagonista. Las diminutas islas italianas son el destino ideal para aquellos que anhelan paz y serenidad, así como la belleza más auténtica para desconectar.
El archipiélago Toscano, la presencia de testimonios del pasado
Siete islas, cargadas de historia y rodeadas de naturaleza, conforman el Parque Nacional del Archipiélago Toscano. Elba es la isla más grande y más importante por su rica vida marina y por la gran variedad de actividad que ofrece. Sus localidades albergan numerosos sitios históricos y arqueológicos que son imperdibles, como la Fortaleza de Portoferraio, los Museos Napoleónicos, el Castillo de Volterraio y el Santuario de la Virgen del Monserrat, famoso por su imagen de la Virgen Negra. También se pueden realizar excursiones a pie o en bicicleta por la zona, y disfrutar de la vida nocturna que ofrecen. No hay que perderse la hermosa isla de Giglio, con sus pintorescos callejones, su encantador puerto y las ruinas de Giglio Castello. En contraste, las demás islas - Capraia, Montecristo, Pianosa, Giannutri y Gorgona - son más salvajes, donde la naturaleza reina tanto por tierra como por mar.
Islas Pontinas, a la playa con glamour
La mejor forma de explorar las islas Pontinas o Poncianas es, sin duda, por mar. Navegando entre arcos naturales, imponentes farallones, rocas y calas, se puede disfrutar de un auténtico espectáculo natural. Las aguas cristalinas permiten admirar vistas que pocos lugares ofrecen, además de poseer magníficos fondos marinos ideales para el snorkel y el buceo.
Ponza, la más grande de las islas, permite disfrutar también de veladas glamurosas en los típicos locales con vistas al puerto rojo y en las características callejuelas que la cruzan entre sus pintorescas casas multicolores, así como en la playa del Frontone, célebre por sus aperitivos.
No hay que dejar de visitar Ventotene, con sus pocas casas que bordean el puerto y los vestigios de la dominación romana. Además, las aguas transparentes de Palmarola son realmente impactantes como así también sus casas que están esculpidas en la roca. Luego de un paseo en plena naturaleza se puede llegar a la antigua penitenciaría de la isla de Santo Stefano, o explorar los senderos de Zannone, que forma parte del Parque Nacional del Circeo.
Archipiélago Campano, entre cultura y parques termales
Tres islas se destacan por su encanto y vivacidad, también porque se respira alegría y bienestar. En Isquia, la mayor isla del golfo de Nápoles, cada rincón tiene algo especial que ofrecer y se puede explorar fácilmente gracias a una eficiente red de transporte público. Se destacan el casco histórico de Isquia Ponte, con su imponente Castillo Aragonés, y el pueblo de Sant'Angelo. También se puede disfrutar de momentos de relax en los centros y parques termales, famosos por sus aguas curativas que son un sello distintivo de esta isla balneario.
Por otro lado, Capri es la isla del glamour, un lugar ideal para el ocio, donde se puede disfrutar de un aperitivo en la emblemática Piazzetta, admirar la puesta de sol entre las majestuosas rocas de los Farallones y ascender hasta el pueblo de Anacapri, ubicado en la cima de una colina. Allí, te sorprenderán sus hermosos jardines repletos de flores y la villa del emperador Tiberio, que ofrece vistas impresionantes del Golfo de Nápoles y la Costa Amalfitana. También es imprescindible la experiencia única de la Gruta Azul, una maravilla natural.
En cuanto a Procida, su esencia se caracteriza por el encanto y el romanticismo. Un laberinto de estrechas calles serpentea entre las icónicas casas de colores que delimitan el paisaje de la isla y conservan su fuerte identidad marítima. Comprometida con un desarrollo sostenible que abarca aspectos sociales, paisajísticos y tecnológicos.
Islas Tremiti, el triunfo de la naturaleza
Una experiencia a medio camino entre el mar y la montaña para una inmersión total y exclusiva en la naturaleza. San Domino, la isla principal sorprende con su bahía rocosa a la que se puede llegar tras recorrer tramos entre la naturaleza salvaje y descender por rocas y caminos de tierra, antes de sumergirse en las verdes aguas del mar. La isla de San Nicola, alberga en su cima la abadía benedictina de Santa María a Mare, que sin duda merece una visita. El archipiélago, que forma parte del Parque Nacional del Gargano, ofrece vacaciones sostenibles, ensalzadas por la imperdible experiencia de escuchar, por tierra o por mar, el canto nocturno de las Diomedeidae, aves marinas locales que, según la leyenda, son los compañeros del héroe mitológico Diomedes, fundador de las islas, que aún lloran su muerte.
Islas Eolias, a bordo de un velero entre volcanes
Existen dos maneras de disfrutar de la belleza de este archipiélago, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y ambas son imprescindibles: navegando por sus aguas y explorando su interior, donde se revelan majestuosos paisajes tanto terrestres como marinos. Este archipiélago está conformado por siete islas de origen volcánico. La más extensa es Lípari, conocida por sus numerosos vestigios arqueológicos que valen la pena visitar, iluminada por las frecuentes erupciones del volcán Stromboli, que se mantiene en constante actividad y ofrece un espectáculo impresionante durante la noche, especialmente al observarlo desde el mar, en la ladera de la Sciara del Fuoco, donde el potente flujo de lava se sumerge en las aguas. Además, encontramos los frondosos bosques de Salina, famosa por sus deliciosos granizados, los paisajes salvajes de las pequeñas islas de Alicudi y Filicudi, y los lodos sulfurosos terapéuticos de Vulcano, en los que sumergirse para salir revitalizado incluso físicamente. La vida nocturna se concentra en Panarea, la pequeña isla que cobra vida principalmente durante la noche.
Islas Égades (Egadi) entre cuevas y calas
Tres pequeñas joyas naturalistas de sol y mar, con Favignana, la más grande, llamada "la mariposa" por su forma tan similar. Aquí, la luz, el mar y la tierra se funden para crear un abanico de colores increíbles que sorprenden y encantan, como en la Cala Azul o en la Grotta Perciata. Este es su punto fuerte, al igual que el de las dos islas más pequeñas: Marettimo, con sus numerosas cuevas costeras que solo se pueden admirar por mar y el minúsculo pueblo de pescadores, y la más pequeña Levanzo, con sus casas blancas, donde las cuevas se esconden en la vegetación del interior y a las que se puede llegar a través de una inusual experiencia de senderismo con vistas al mar: merece la pena ver la Cueva de Genovés, con sus preciosos grafitos y grabados de la época prehistórica.
Archipiélago de La Magdalena, naturaleza y diversión
Es el triunfo del mar y de la vegetación mediterránea lo que caracteriza a este archipiélago, que también constituye el Parque Nacional homónimo, donde el olor a salitre se mezcla con los aromas de las hierbas silvestres que crecen espontáneas como el típico mirto cuyo licor al final de la cena es una tradición. La Magdalena, la isla más grande, cuenta con un hermoso centro habitado con grandes plazas y locales típicos donde disfrutar de día y de noche. Un puente la une a la isla de Caprera, isla inmersa enteramente en la naturaleza, con sus hermosas playas a las que se puede llegar por senderos de trekking, un mar espectacular y su célebre Centro Velico, una de las escuelas de vela italianas más antiguas y que se encuentra entre las más prestigiosas del mundo. Tampoco puede faltar la visita a la casa museo de Giuseppe Garibaldi. Es imprescindible visitar las otras islas del archipiélago, con sus calas y playas paradisíacas como la Playa Rosa de Budelli, que se puede admirar desde un barco, y la playa blanca de la isla Santa María, así como darse un chapuzón en las aguas de color esmeralda de la isla de Spargi.