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Los Amantes de Teruel: una historia de amor eterno

Para conocer la historia de amor más famosa de España es necesario visitar el Mausoleo de los Amantes de Teruel. Una versión real de Romeo y Julieta que sigue siendo el reflejo del amor eterno a pesar de haber pasado más de 700 años.

30/10/2024 13:00 Hs.

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Los Amantes de Teruel: una historia de amor eterno

Para conocer la historia de amor más famosa de España es necesario visitar el Mausoleo de los Amantes de Teruel. Una versión real de Romeo y Julieta que sigue siendo el reflejo del amor eterno a pesar de haber pasado más de 700 años.

30/10/2024 13:00 Hs.

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La visita al Mausoleo de los Amantes de Teruel acerca a los visitantes a la historia de Isabel de Segura y Diego de Marcilla. Se trataba de dos jóvenes que en el siglo XIII vivieron una historia de amor y tragedia, pero jamás fueron olvidados.

En lugar invita a revivir una historia de amor en tiempos difíciles, teniendo en cuenta el contexto cultural, social y político que data de principios del siglo XIII.  El Mausoleo de los Amantes de Teruel es uno de los monumentos más románticos y visitados de España y allí se encuentran los restos de Isabel de Segura y Diego de Marcilla. Su historia y leyenda cautivan a generaciones, convirtiéndolo en un símbolo del amor eterno.

La Historia de los Amantes procede de una antigua tradición, posteriormente documentada. 

En Teruel un joven llamado Juan Martínez de Marcilla, se enamoró de Segura, hija de Pedro Segura. El padre no tenía otra hija y era muy rico. Los jóvenes se amaban mucho, hasta el punto que se hablaron. El joven le dijo que la deseaba tomar por esposa, ella respondió que el deseo de ella era el mismo, pero que supiese que nunca lo haría sin que su padre y madre se lo mandasen. Entonces, él la quiso más. Él era un buen joven, pero no tenía riquezas.

El joven dijo a la doncella que, como su padre lo despreciaba por la falta de dinero, que si ella lo quería esperar cinco años él iría a trabajar por mar y por tierra, donde poder ganar dinero. Ella se lo prometió.

Peleando contra los moros, ganó pasados cinco años cien mil sueldos, por mar y por tierra. La doncella en este tiempo fue presionada por el padre para casarse con otros muchachos. Su respuesta era que había prometido su virginidad hasta que tuviese veinte años, diciendo que las mujeres no debían casarse hasta que pudiesen y supiesen regir su casa. El padre como la amaba la quiso complacer.

Pasados los cinco años el padre le dijo: Hija, mi deseo es que te cases. Ella, viendo que el plazo de los cinco años había pasado y no sabía nada del enamorado, dijo que lo haría. En seguida el padre la desposó y al poco tiempo se realizaron las bodas; y el otro llegó.

El enamorado se puso tras el lecho de su amada ya desposada y le dijo: bésame que me muero y ella dijo: “No quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo te suplico que busques a otra. Él dijo otra vez: bésame que me muero; contestó ella: No quiero.

Entonces el cayó muerto. Ella, que lo veía como si fuera de día por la gran luz de la habitación, se puso a temblar y despertó al marido diciendo que roncaba tanto que le hacía sentir miedo, que le contase alguna cosa. Y él, le hizo un chiste. Ella dijo que quería contar otro. Y le contó lo ocurrido y de cómo con un suspiro Juan había muerto.

Dijo el marido: Oh! Malvada, y ¿Por qué no lo has besado? Repuso ella: por no faltar a mi marido. Ciertamente, dijo él, eres digna de alabanzas.

El, todo alterado, se levantó y no sabía qué hacer. Decía: Si la gente sabe que aquí ha muerto, dirán que yo lo he matado y seré puesto en gran apuro.  Acordaron esforzarse y lo llevaron a casa de su padre. Lo hicieron con gran afán y no fueron oídos por nadie…

A la joven le vino al pensamiento cuánto la quería Juan y de cuánto había hecho por ella, y que por no quererlo besar había muerto. Acordó ir a besarlo antes que lo enterrasen; se fue a la iglesia del señor san Pedro, que allí lo tenían. Las mujeres honradas se levantaron por ella. Ella no se preocupó de otra cosa más que de ir hacia el muerto. Le descubrió la cara apartando la mortaja, le besó tan fuerte que allí murió. Las personas que la vieron intentaron sacarla, pero vieron que estaba muerta. El marido les contó a todos lo que había sucedido, según ella se lo había contado. Así fue que acordaron enterrarlos juntos en una sepultura.

En 1555 se descubrieron las momias enterradas en la capilla de San Cosme y San Damián. Según el testimonio posterior del notario Yagüe de Salas apareció un documento antiguo que recogía el suceso.

Juan de Ávalos esculpió las estatuas yacentes bajo las que reposan ahora las momias. La fría serenidad de Los Amantes, cuyas manos no llegan a juntarse es símbolo de un amor  que desborda los conceptos humanos.

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