Francisco llevaba las maderas y materiales de construcción en un carro tirado por caballos hasta la playa. No había nada más que arena y espuma esparcida sobre la costa por el viento. Los días de mucho calor la corriente traía aguas más cálidas, poco comunes en el mar que baña las costas bonaerenses. Alla por 1930 era el sueño de tener la casita frente al mar, pasar los tórridos veranos lejos del pueblo. Vivir esa vida despojada del verano en pantalones cortos y torso desnudo, sin luz ni agua corriente, lejos del todo.

 Así nació el Balneario Orense, a 14 km del pueblo con el mismo nombre por un camino rural entoscado. A partir de entonces llegaron más casas que eligieron otro trazado y la “Casa Hurtado” quedó aislada del resto en medio de una calle. Hoy es Centro Cultural y Biblioteca y un poco el corazón del lugar. 

El Balneario es un pueblo chiquito de unos 2500 habitantes que suman 2800 con la zona rural. Está ubicado a la vera de la ruta 72 y pertenece al Partido de Tres Arroyos. La villa balnearia es muy chiquita y de hecho viven durante el año entre 60 y 70 personas, pero en época de verano llegan a unas 2500 personas que se suman a quienes viajan a pasar el día.  “Hay veces que tenemos en la playa más de 20000 visitantes” cuenta María del Carmen Quiroga, encargada local de la Oficina de Turismo.

La playa tiene entre 22 y 23 km de costa con bajadas a la playa incluso para vehículos “Tenemos de todo un poquito en Balneario Orense. Hay dos hoteles, restaurantes, club de pesca, boliche bailable.  A nuestro pueblito se puede venir a pasar el día o a quedarse en los hoteles o en las casas de alquiler. 

La mayoría son casas de familias que las alquilan durante la temporada, pero también hay complejos de cabañas que se han se han ido construyendo de a poco. Para este verano hay que calcular que los alquileres están entre unos 50, 80 a 100 dólares por día una casa con todas las comodidades y servicios como internet y luz”, cuenta María del Carmen.

 A la pura vida de playa se le pueden adicionar varios paseos y actividades. “El lugar más emblemático en Balneario Orense se llama Médano 40 que tiene una altura de 40 metros y permite observar desde lo más alto todo el extenso paisaje. De a poco los mismos vecinos lo fueron forestando para fijarlo porque se trata de un médano vivo y las pocas casas construidas al principio, desde 1930 en adelante, corrían el riesgo de ser tapadas por la arena. Ese punto tan alto es como el hito turístico porque desde ahí se ve toda la villa balnearia y se toman las mejores fotos”, dice.

Hay dos campings, uno de ellos dentro del médano y el otro está dentro de un bosque de pinos, lo cual lo transforma en un sitio muy particular. Ambos trabajan a full todo el verano, sobre todo con el público más habitual de las vacaciones que son las familias. 

En la villa los chicos andan solos en bicicleta o caminando y los adolescentes también disfrutan mucho de andar sin inseguridad, casi más que sus padres. “Las casas quedan siempre abiertas, los autos se estacionan en la costanera y uno baja con las cosas de playa como sus sombrillas, las sillas, las acomoda por la mañana y al mediodía sube a su casa a almorzar o descansar un rato y queda todo ahí nomás. Nadie toca nada y eso es invaluable, sobre todo cuando uno llega de la gran ciudad y busca estar tranquilo, tener su espacio, hacer lo que quiere y descansar. Por supuesto se ofrece servicio de guardavidas toda la temporada” agrega.

 Balneario Orense se destaca por sus paisajes naturales, como también por la hospitalidad y amabilidad de su gente. La villa tiene un trazado interesante en torno a la plaza circular, y el nombre de sus calles responde en su mayoría a diversas especies vegetales. Además del Médano 40, hay otros atractivos como el Arroyo Cristiano Muerto, que sigue un sinuoso camino entre las dunas hasta finalizar en el mar, y en cuyo trayecto se encuentran distintos puntos de pesca. 

La Gruta de la Vírgen de Lourdes fue inaugurada el 19 de diciembre de1976 y se encuentra ubicada en un terreno cedido por la familia Williams Álzaga, originales dueños de las tierras donde se alojó el pueblito. La construcción fue realizada por voluntarios orensanos, en forma de caracol con piedras del balneario. La imagen fue donada por la Señora Oliva Borro. 

Desde la Gruta, por el camino al Mirador del Médano 40, se realiza todos los años el Vía Crucis de Semana Santa. El Centro Cultural Francisco Hurtado, ubicado en Costanera Williams y Av. Los Álamos, funciona en una de las primeras casas de veraneo del balneario, construida por la familia Hurtado en 1930. Los herederos de la familia donaron esta propiedad a la Asociación de Fomento de Orense, y en la actualidad funciona como Centro Cultural, Biblioteca y Feria de Artesanos y Emprendedores.

Orense, también es reconocido por el nombre de Punta Desnudez, es su principal
característica por las grandes extensiones de arena bañadas por un mar de
fuertes oleajes y la escasa vegetación natural, fuera de la plantada por la mano del
hombre. En esta ruta de playas doradas el balneario se encuentra próximo a otras
localidades como Claromecó y Reta. Las tres permanecen conectadas mediante la
misma franja de arena. Hacia el sur de la provincia de Buenos Aires, hay que
recorrer exactamente 579 kilómetros desde el Obelisco.

La localidad tiene más de 100 años de historia porque, según los registros, los
primeros veraneantes llegaron a la región a comienzos del siglo XX. Fue el 14 de
noviembre de 1929 que los pocos vecinos de la zona acordaron construir el
camino de la costa, para intentar formar un balneario turístico en el lugar. Si bien
los trabajos oficiales para trazar el balneario no se concretaron hasta 1951,
cuando se permitió el loteo y la traza de manzanas, hay registros de que las casas
más antiguas del Balneario Orense datan de 1930. 

Finalmente, tras la inauguración del Club de Pesca del pueblo, que tuvo lugar en
1955, el turismo se empezó a asentar. Primero fueron pescadores, pero hoy llegan
visitantes en busca de un turismo slow, silencio, vida de playa, poca actividad y un
paraíso de arenas doradas donde olvidarse de todo lo que sucede en el día a día.