Lejos de los sonidos de las grandes ciudades, los Pirineos catalanes esconden auténticos tesoros: pequeños pueblos llenos de historia, tradición y paisajes inolvidables. Desde la riqueza románica de Taüll hasta los cráteres volcánicos de Santa Pau, cada destino ofrece una experiencia única, perfecta para los amantes de la naturaleza, la arquitectura y la tranquilidad.
Arties: naturaleza y encanto al pie del Montardo
Ubicado en la Val d’Aran, en la confluencia de los ríos Valarties y Garona, Arties se erige como un destino único rodeado de paisajes impresionantes. Este pintoresco municipio ofrece vistas inigualables de la cara norte del Montardo, una montaña icónica para los amantes del senderismo. Situado estratégicamente a tan solo 7 kilómetros de Baqueira Beret y Vielha, Arties combina el encanto de un pueblo tradicional con el acceso privilegiado a las maravillas naturales de la región.
Una de las actividades destacadas es el complejo ludicotermal Bahns d’Arties, donde es posible disfrutar de una jornada relajante con las aguas sulfurosas que emergen a 39ºC. También es interesante descubrir su patrimonio arquitectónico. Se puede visitar la iglesia románica de Santa María, del siglo XII, y la iglesia gótica de Sant Joan, del siglo XIII, donde también se encuentra un museo con exposiciones permanentes y temporales para adentrarte en la cultura aranesa.
Taüll, el románico en mayúsculas
Si una imagen caracteriza el pueblo de Taüll es la de sus iglesias románicas ubicadas entre cumbres nevadas. Es un pueblo muy pequeño, pero de un gran valor arquitectónico. Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, las iglesias del municipio, Santa Maria y Sant Climent de Taüll, forman parte del Conjunto Románico de la Vall de Boí.
Si buscas ideas para visitar Taüll, en el interior de la iglesia de Sant Climent se puede ver cómo era el ábside gracias a una proyección de videomapping sobre los restos de los frescos originales, que se conservan en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. También podrás disfrutar del entorno desde los miradores de la Santeta -donde se ve todo el valle- y el de Cuirilles -donde se aprecia Taüll protegido por la inmensidad de las montañas-. Para los que tienen más tiempo podrán realizar una excursión al Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, esquiar en la estación de Boí Taüll o relajarte en el balneario de Caldes de Boí.
Montclar, una joya rural en el Berguedà
Este pequeño pueblo prepirenaico se encuentra en lo alto de una colina. Montclar fue reconstruido durante la década de 1960 por un grupo de excursionistas y todavía mantiene su autenticidad rural. La gracia se encuentra en la disposición de su núcleo antiguo: una veintena de casas de los siglos XVII y XVIII rodean la plaza donde está la iglesia parroquial y una casa señorial llamada el Castell.
Uno de los mejores planes para conocer la zona es recorrer en bicicleta la ruta que conecta Montclar con las iglesias de Santa Creu y Sant Quintí. Transcurre por bosques y campos de cultivo y es de dificultad moderada. Una manera más relajada de disfrutar de Montclar es durmiendo en una de sus casas rurales y probando la cocina bergadana.
Paisajes de alta montaña en Castellar de n’Hug
Si uno entra en el Parque Natural del Cadí-Moixeró, puede llegar a lugares tan especiales como Castellar de n’Hug. El pueblo se encuentra encumbrado a 1.450 metros de altitud y sus calles empinadas forman un auténtico laberinto. Además, tiene un conjunto local de iglesias románicas, el Museu del Pastor y también una tradición curiosa: la elaboración de los populares croissants gigantes por parte de los panaderos del pueblo.
Si eres amante de la naturaleza, las Fuentes del Llobregat son una visita imprescindible. Este impresionante paraje marca el nacimiento del río que fluye hacia el litoral de Barcelona, en medio de majestuosas cascadas. Otra alternativa es recorrer el sendero de 9 kilómetros que atraviesa el Parque Natural del Cadí-Moixeró hasta llegar al santuario de Montgrony, desde donde se pueden admirar vistas panorámicas excepcionales. Este emblemático lugar se encuentra en el municipio de Gombrèn, conocido por la legendaria figura del Comte Arnau. Allí podrás visitar su antigua residencia, el castillo de Mataplana, y quizás, con algo de suerte, "encontrarte" con él, ya que la leyenda dice que fue condenado a cabalgar eternamente envuelto en llamas.
La herencia arquitectónica de Beget
Beget es un pequeño pueblo medieval situado en la Vall de Camprodon. Lo primero que se ve de este lugar que tiene tan solo 20 habitantes es el campanario lombardo de cuatro pisos que sobresale. Pertenece a la iglesia románica de Sant Cristòfol, que está abierta al público. En el interior se conserva la Majestat de Beget, una talla de madera policromada del siglo XII de casi dos metros de altura, y también retablos barrocos y góticos.
Una tarde de cuento en Beget empieza caminando por las calles de piedra, atravesando los dos puentes y observando las casas con sus característicos balcones de madera. Estas casas y la naturaleza recuerdan a la imagen tradicional de los pesebres. Allí se puede degustar la gastronomía de montaña y pasar la noche en los distintos alojamientos de la zona. Cerca está Molló Parc —el parque de animales en semilibertad—, por si viajas en familia, y también la estación de Vallter 2000, si quieres esquiar.
Entre cráteres de volcán en Santa Pau
Santa Pau, en la Zona Volcánica de la Garrotxa, está completamente rodeada de verde y visitarla es como viajar a la época medieval. En el lugar es posible recorrer su centro histórico, presidido por el castillo del siglo XIII, y caminar por sus calles hasta la plaza Major, la iglesia de Santa Maria y el portal del Mar, un mirador sobre el valle del Ser. La oferta de alojamientos es amplia: tienes hotel, camping, departamentos, etc. Despertarse entre bosques y cráteres no tiene precio.
Por la mañana se puede recorrer el camino que lleva por la Fageda d’en Jordà, el volcán de Santa Margarida y el volcán Croscat, tres sitios emblemáticos de la zona, ideales para hacer en familia. Pero también es un acierto optar por descubrir rincones más desconocidos de la mano de un guía local.