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Italia

Bolonia: un encuentro medieval

13/05/2025 17:47 Hs.

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Bolonia: un encuentro medieval

13/05/2025 17:47 Hs.

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La ciudad italiana combina una vibrante cultura joven, bares con historia, deliciosa pasta y arte sin aglomeraciones. Una ciudad universitaria que merece ser explorada más allá de los destinos tradicionales.

Bolonia es la ciudad de Lucio Dalla (autor de Caruso), del activismo estudiantil y de los tortellini caseros. Tiene acento propio, pórticos infinitos y una forma muy suya de entender la vida: intensa, crítica, deliciosa. Es roja, rebelde y culta. Roja por sus tejados y por su historia política; rebelde por su espíritu estudiantil, contestatario, casi punk; culta por esa universidad fundada en 1088 que sigue marcando el pulso de la ciudad.

Lo que hace única a Bolonia es probar un tagliatelle al ragù en una osteria escondida que no aparece en Google Maps; allí es donde la ciudad deja de ser solo una historia y empieza a saborearse con cada bocado.

Bolonia no vive anclada en su legado, aunque podría permitírselo. Tiene iglesias deslumbrantes, torres inclinadas, frescos renacentistas y una historia tan rica como la de cualquier capital italiana. Pero aquí no hay colas eternas ni precios inflados. La cultura se mezcla con lo cotidiano: en el claustro de San Domenico hay conciertos gratuitos; en la Piazza Verdi, debates improvisados entre estudiantes. Y si caminas por la Via Zamboni, lo más probable es que  termines en una manifestación universitaria sin querer.

Uno de los secretos mejor guardados está bajo tierra: los canales ocultos de Bolonia. 

Los famosos pórticos  -casi 40 kilómetros de ellos solo en el centro-  no solo resguardan de la lluvia: sino que son una lección de urbanismo medieval que sigue funcionando. En el de San Luca, que asciende hasta el santuario del mismo nombre, es posible practicar devoción y deporte a partes iguales.

Si eres de los que aún cree que la boloñesa es una salsa para espaguetis, no es así. En el destino se sirve con tagliatelle, y se llama ragù. Además, esta es la ciudad que inventó la mortadela, el tortellini y el crescentine frito.

Para desayunar,  se pueded ir a cualquier pasticceria y pedir un cornetto relleno de crema o pistacho.  Al mediodía, lo ideal es ir a una trattoria de las que parecen no haber cambiado el menú desde los años 70. Trattoria Da Me o Trattoria Serghei son apuestas seguras, pero si buscas algo más experimental,  visita a Oltre: una joya contemporánea con respeto por lo clásico.

Y luego están las osterie. La Osteria del Sole, abierta desde 1465, no sirve comida, pero  se puede llevar  y pedir solo el vino. Es el tipo de lugar que debería estar en los museos, pero sigue vivo, lleno de conversaciones en dialecto y botellas sin etiqueta. Bolonia no necesita modas: tiene historia y vino de sobra.

Cuando cae la noche, Bolonia se transforma. La Piazza Santo Stefano se llena de grupos sentados en el suelo con cervezas artesanales en mano. En la zona de Pratello, los bares abren hasta tarde. Para probar un cóctel con estilo, busca locales como Le Stanze, un bar instalado en una antigua capilla del siglo XIX, o Lab 16, si  buscas algo más animado. Pero el verdadero lujo en Bolonia es poder saltar de un sitio a otro caminando, sin mapa, y saber que en cualquiera de ellos vas a encontrar algo auténtico.

Al día siguiente, después del café, se puede visistar el Quadrilatero, el antiguo mercado medieval reconvertido en zona gourmet. Quesos, embutidos, trufas, pasta fresca. Bolonia es cruda, compleja y profundamente humana. 

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