Pamplona es mucho más que su icónico pañuelo rojo y los encierros de San Fermín. Es una ciudad que respira historia, cultura y buena vida en cada esquina. Ubicada en el corazón de Navarra, combina el encanto de un destino medieval con la energía de una capital moderna. Entre calles adoquinadas, parques arbolados y barras repletas de pintxos, la ciudad invita a perderse con calma, copa en mano y mirada curiosa.

En la Plaza del Castillo, el alma de Pamplona, el tiempo parece detenerse. Cafés centenarios, terrazas animadas y hoteles con historia rodean este amplio espacio que une el casco antiguo con la zona nueva. Por allí pasó Ernest Hemingway, quien quedó fascinado con la ciudad cuando la visitó en 1923 y la convirtió en escenario de su novela Fiesta. Desde entonces, Pamplona y el escritor norteamericano quedaron unidos por un lazo invisible que aún hoy se siente al caminar por sus calles.

Dormir en el Gran Hotel La Perla, frente a la plaza, es hacerlo dentro de esa historia. Fundado en 1881 y reformado en 2007, este elegante alojamiento recibió a figuras como Chaplin, Orson Welles o Lola Flores. Desde sus balcones se puede ver cómo cae la tarde sobre los tejados, mientras la ciudad se prepara para otra noche de tapeo y brindis.

A pocos pasos, el Bar Gaucho resume todo lo que hace grande a la gastronomía navarra. Su pincho de foie, reconocido entre los mejores de España, es casi una institución. También brillan el crujiente de ajoarriero con huevo o el rillette de pato, y para cerrar, una tarta de queso que conquista sin discusión. Comer de pie, entre risas y aromas de vino joven, es parte del ritual local.

Pamplona es, además, una ciudad para caminar sin prisa. Su casco antiguo, lleno de historia, se abre paso entre murallas, iglesias y rincones que parecen detenidos en el tiempo. Desde la Ciudadela hasta el Parque Taconera, todo está pensado para disfrutar a pie, bajo la sombra de los árboles y al ritmo pausado del norte.

Entre vinos, pintxos y pasos sobre adoquines, la capital navarra ofrece una escapada que combina lo mejor de la tradición con el placer de los pequeños momentos. Un destino ideal para quienes buscan una ciudad auténtica, hospitalaria y vibrante, donde el pasado y el presente se dan la mano en cada brindis.