A poco más de 110 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, siguiendo la ruta nacional N.º 8, San Antonio de Areco se levanta en plena llanura pampeana como uno de los pueblos más encantadores de la provincia. Fundado en 1730 y considerado la cuna de la tradición argentina, el destino conserva su identidad criolla en cada calle empedrada, en las pulperías centenarias y en el aire sereno que invita a recorrerlo sin apuro. Llegar desde la capital lleva poco más de una hora y media, lo suficiente para dejar atrás el ritmo urbano y adentrarse en un paisaje donde el tiempo parece tener otro pulso.
El casco histórico es el punto de partida ideal para descubrir su esencia. Allí se concentran casonas del siglo XIX, galerías de arte, talleres de platería y museos que rescatan el legado del escritor Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra. Muy cerca, la iglesia de San Patricio domina el paisaje con su cúpula elegante, mientras las veredas invitan a caminar bajo los árboles y a detenerse en los pequeños cafés y restaurantes que le dan vida al pueblo.
Al atardecer, el paseo a la vera del río Areco se convierte en un clásico: las luces suaves del sol sobre el agua, los mates compartidos y las charlas en bancos de plaza componen una postal tan simple como perfecta. En los últimos años, el pueblo sumó propuestas gastronómicas y culturales sin perder su espíritu de campo. En el “circuito empedrado”, por ejemplo, se mezclan tiendas de diseño, talleres, cafés y espacios que combinan arte y sabores, mientras que el histórico Boliche de Bessonart, con más de dos siglos de historia, sigue siendo una parada obligada para quienes buscan revivir la atmósfera de las antiguas pulperías.
Más allá del centro, los caminos rurales conducen a estancias emblemáticas como La Porteña y La Cinacina, que permiten asomarse al pasado criollo a través de su arquitectura, sus museos y sus parques. También hay nuevos espacios para recorrer, como el laberinto de La Cinacina, una propuesta para disfrutar al aire libre en familia o en pareja.
San Antonio de Areco es, en definitiva, un viaje corto que regala una gran experiencia: historia viva, paisajes tranquilos, buena comida y la calidez de un pueblo que mantiene intacta la esencia del campo argentino. Ideal para una escapada de fin de semana o para volver una y otra vez, especialmente en noviembre, cuando se celebra la Fiesta Nacional de la Tradición y todo el pueblo se viste de gaucho para rendir homenaje a sus raíces