Desde el centro de Dublin se puede llegar muy fácilmente a Guinness con el tranvía/LUAS y bajarse en la estación Hospital St James’s o con el Bus de la línea 123, en un trayecto que dura unos 10 minutos. 

Hay carteles en la calle que van indicando dónde se encuentra la entrada de los visitantes, así que es imposible perderse. 

¡Dato importante! La visita es apta para todo público y los chicos también la pasan muy bien aunque ellos no prueben la cerveza.

Al ingresar nos recibe una guía que nos cuenta la historia de la fábrica y explica cómo es la visita que uno realiza por su cuenta y que va desde la Planta Baja hasta el séptimo piso, punto final del recorrido donde funciona un bar para saborear una “Pinta”  de cerveza Guinness con unas hermosas vistas de la ciudad. 

Lo primero que vemos son los dos ingredientes principales: agua y cebada. El agua llega directo desde las montañas Wicklow, garantizando su pureza. 8 millones de litros diarios llegan a la cervecería, la que se utiliza para convertir las 100 mil toneladas de cebada en el producto final: la cerveza Guinness. 

Y he aquí el secreto de su color: el tostado de la cebada. Pasando desde su estado al inicio del proceso a 0 grados, pasando por etapas intermedias hasta adquirir el color y sabor característico al alcanzar los 232 grados.    

Subimos luego hasta el piso donde se muestran las más icónicas campañas publicitarias de la marca a lo largo del tiempo hasta llegar a The Gravity Bar para disfrutar de una Guinness bien tirada. Exactamente servirán 473,176 centímetros cúbicos o una Pinta en 59 segundos. Ni uno más, ni uno menos.